viernes, 20 de junio de 2008

Menuda movida para el visado...

El lunes fuimos Lena y yo a Hongkong para pedir un nuevo visado para mí y ya de paso hacer un poco de turismo. Con el rollo de los Juegos Olímpicos, solo me dieron un visado de turista para un mes (y normalmente me dan para 1 ó 2 años) y con una sola entrada, es decir, que si en ese mes salgo del país, no puedo volver a entrar (y los anteriores visados fueron de múltiples entradas). El caso es que ya había agotado mi mes y necesitaba una prorroga de un mes más.

Las autoridades Chinas quieren que absolutamente todo el mundo esté bajo control. Ángel, el director de la cámara de comercio española, me comentó que hace un días recibió un e-mail en el que se explicaba que a partir del 1 de julio las medidas de seguridad se incrementarían. Todo el mundo ha de constatar donde reside en China, ya sea en hotel o en vivienda privada. En el caso de pasar una noche en cualquier otro lugar, has de acudir a la oficina de la policía más cercana para hacerlo saber. Es decir, que si vas a casa de unos amigos a cenar, te pillas un pedo como un olivo y quieres quedarte a dormir la mona, ya puedes ir pasando por la oficina de los pies planos si no quieres recibir un multón. Está claro que el gobierno quiere saber en todo momento donde estás, que haces, que comes y cuando cagas. Desde luego, si algún terrorista la quiere liar lo tiene muy clarito...

Bueno, que me enrollo, a lo que íbamos. El caso es que Hongkong fue un viaje un poco accidentado. Lo primero fue que perdimos el tren y tuvimos que comprar otro billete y esperar al siguiente. No es que sea caro (cuesta 192 RMB) pero es una jodienda, todo hay que decirlo.

Una vez allí, creí sentirme segura entre los amorosos conocimientos de Lena, pero resultó ser que no conocía Hongkong para nada. Ángel nos comentó que saliendo de la terminal de Ferry y todo recto se encontraba nuestro hotel, el Royal Pacific (muy recomendable). Incluso nos hizo un pequeño croquis de la zona indicándonos también la oficina para tramitar el visado, la cual se encontraba cerca del hotel. Ni corta ni perezosa hice a Lena sabedora de mi experiencia en Hongkong y le indiqué donde se tomaba el ferry de Kowloon a Lantau island, desde el cual se ven unas maravillosas vistas del skyline de la ciudad. Hasta ahí todo bien. A la salida de la terminal del ferry una vez en Lantau island, y con el tiempo muy justo debido a la perdida del tren, decidimos que lo mejor sería tomar un taxi para ir directamente a hacer el visado antes de que cerrasen. No podíamos demorarnos, significaría tener que quedarnos en Hongkong durante unos días de los que no disponía. Y...¡¡sorpresa!! el taxista nos dice que la oficina está en Kowloon, no en Lantau island. Y si, según Ángel, se encuentra cerca del hotel...es que nos encontrábamos en la isla que no debíamos y equivocadas del todo. En fin, que nuestro recorrido en ferry fue más turístico que fructífero.

Ya de vuelta en Kowloon, entramos como una exhalación a la oficina. Entregué a la pintorrojeada mujer mi pasaporte, las fotos horribles que me hice el sábado pasado y....¡m****a! ¡Olvidé imprimir el localizador de mi vuelo!

Corriendo (ya que eran las 14:30 y los visados terminaban a las 15:00) fuimos a un edificio cercano donde nos habían comentado que había un cibercafé. Después de dar unas cuantas vueltas histéricas encontramos un lugar minúsculo donde pude acceder a mi cuenta de correo electrónico e imprimir lo que necesitaba. Otra vez a la carrera volvimos a la oficina, pero la "amable" señorita me dice que aquello no era válido, ya que no aparecía mi nombre. Desesperada releí el papel para constatar que la muy arpía tenía razón. Es más, en la parte superior del mismo había una nota de Begoña, la mujer de la agencia de viajes, que decía tener problemas con el sistema, que no podía mandarme el localizador y que sólo me podía decir los números de vuelos y los horarios. Que bien. La chinita de turno nos invitó a que nos enviasen el localizador al número de fax de la oficina, pero...ya eran las 15:00 pasadas de modo que en vez de tener el visado para el día siguiente, tenía que esperar un día más. Que fracaso. Abatidas nos desplomamos en unas sillas de plástico e intenté contactar con mis compañeros de la oficina, ya que el número de teléfono de la agencia de viajes lo tenía en el portátil, allá en la espesura tropical de Guangzhou. En la pantalla de mi teléfono chino aparecía "número no valido" y por más que lo intentaba solo conseguía que contestase un chino diciéndome a grito pelado:

-¿Wai?¿Wai?

Tomé mi móvil personal temblandome las piernas de pensar en la factura y llamé a mis compañeros esta vez con más éxito. Rápidamente les dije lo que me ocurría y que se pusiesen en contacto con la agencia de viajes. Después de lo que me pareció una eternidad llegó nuestro fax. La del rimmel lo tomó con sus uñitas pintadas y sin ni si quiera mirarme a los ojos me dice que tampoco es válido, que es una reserva, no un localizador. Lo releí y de nuevo tenía razón la muy...Atacada de los nervios llamé de nuevo a mis compañeros para que pidiesen a la agencia el localizador que siempre me mandaban, que solo ese era válido. Después de varios trejemanejes del tipo "te tiene que valer" y "pues no, coño, no me vale" y de que se callese el sistema a los de la agencia de viajes y tener que esperar casi una hora, cooooooonseguimos el deseado papelote. Ahora tocaba rogar a la chinita. Después de varias negativas, de apretarle las tuercas un poco y de poner cara de buenas, nos dijo que por 600 RMB más podía hacérnoslo para mañana. Ay, señor... si es que en este jodido mundo lo único que funciona es el vil metal...

Más contentas y con los deberes hechos fuimos a poner a punto nuestros estómagos, nos moríamos de hambre. Pero nos ocurrió algo que fue la pauta predominante de nuestro viaje: si buscábamos restaurantes solo veíamos tiendas, y si queríamos ir de shopping solo encontrábamos restaurantes. Por fin en un pequeño callejón vi un cartel en el cual escrito a mano ponía "Kebap" y nos sentamos en una pequeña terracita refugiadas de la intensa lluvia que parecía no parar. A nuestro lado fumaba un cigarrillo un occidental que no paraba de mirarnos mientras nos decidíamos entre lamb, chicken o beef. Me pareció raro porque, así como en Foshan o en Guangzhou la presencia de occidentales es mucho menos habitual y hasta te saludan por la calle, en Hongkong, una de las ciudades más cosmopolitas del mundo, nadie te mira por tener los ojos redondos. Antes de pegar el primer bocado a nuestro kebap, nuestro vecino de mesa se dirigió a nosotras en castellano con acento sudamericano:

-¿Cómo es que una china habla español?

Así que era eso lo que le llamaba la atención. Resultó ser un colombiano encantador con el que no paramos de reírnos. Trabajaba como arquitecto desde hacia bastantes años entre Macao y Guangzhou y compartimos esa visión que sólo los occidentales tenemos sobre el modo de vida y trabajo de los chinos. A veces me daba un poco de vergüenza que comentase ciertas cosas delante de Lena por temor a que se sintiese ofendida, por ejemplo que te dicen a todo que sí y que luego hacen lo que les sale al pairo. Pero automáticamente y con cara de adulador tomaba el brazo de Lena y le decía hacerlo desde el cariño. Le comenté que lo que más me llamaba la atención es que cuando hago un sólo comentario del tipo de: "el color del tejido no es correcto", ellos se tiran hablando dos años y medio Dios sabe de que. Nuestro amigo colombiano se prestó a traducirnos y según él:

-La vieja esta...que dice que no le gusta el color. Pues no lo vamos a cambiar ahora. Se lo volvemos a enseñar mañana y le decimos que es un poco más oscuro, a ver si cuela.

En realidad es lo que había sospechado siempre pero nunca me atreví a decir. Esta vez fui yo la que tuve que hacer de interprete para ella y descifrarle expresiones como "pelotudo" o cosas por el estilo.

Imágenes: Spanish xinhuanet

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