miércoles, 28 de mayo de 2008

A comer tocan

Hasta ahora no os había hablado de la comida por que me temo que en ese aspecto estoy achinada completamente. Nada me asusta, por muy raro que sea el plato lo pruebo todo y las cosas que al principio no me gustaban en absoluto, ahora las como con placer. Supongo que es cuestión de educar al paladar: no es que no nos gusten esos platos, es que nuestra lengua es virgen con respecto a algunos sabores.

Hoy de todas formas ha sido especialmente satisfactoria. El jefe de la fábrica de Dong guan, en un intento de hacerme la pelota por las cagaditas que han hecho, se ha tirado un largo y nos ha invitado a una comida de 500 RMB (unos 50€), lo cual es carísimo para ser China.

Todo estaba muy bueno y algunos platos no los había probado nunca. Ya había catado en otras ocasiones las vieiras con brotes de ajo que están de muerte y que nosotras mismas fuimos a elegir a las peceras que prácticamente todos los restaurantes tienen, por muy cutre que sea. Junto a las almejas escogimos una raya, que ha sido el mejor pescado que he probado nunca en China. Normalmente suelen servírtelo muy blandurrio y viscoso, no sé si por la forma de cocinar o por las aguas calientes del mar de China, pero este estaba fetén. También elegimos unas gambas que el chico nos sacó amablemente con una red. Junto a ellas había un....no sé como explicarlo...yo lo voy a llamar "armadillo de mar", aunque la traducción literal del chino de ese bicho es "pollo de mar", no sé porque. Es como si a una nécora le pones una coraza de armadillo por encima, no se le veían ni los ojos. Según me han dicho se utiliza para hacer sopas, así que probablemente lo he comido y yo sin saberlo. Me encantaron las gambas fritas con hojas de té. Es más, pienso hacer este plato en cuanto vuelva a casa. Y por primera vez en China probé el cerdo agridulce. Yo ya estaba pensando que era un invento de los restaurantes chinos occidentales. Todo ello regado con té de margaritas riquísimo. En fin, que he comido de miedo.

Una vez terminada la visita a la fábrica y en un nuevo intento de hacer la pelota (como si no hubiera sido suficiente la super comida) el jefe nos llevó a un parque de atracciones. Sí, como oís. Pues allá que nos montamos todos en los autos de choque, en los que, por supuesto, tenían la versión china del gitano subido de pie en uno de ellos masacrando a toda la concurrencia. Después, cogiditos todos de la mano entramos en la casa del terror (de un cutre que no te menees). Yo iba la primera y me daba la mano el "guía" de la casa del terror al cual tuve que apartar tres veces su mano de mi teta. Se pensaría que entre la oscuridad y los empujones no me iba a dar cuenta...

Después de la jornada laboral, Lena y yo hemos ido a darnos un masaje de pies que me ha dejado como nueva. Aunque tenía mucho miedo después de mi experiencia con los masajes y que podéis leer aquí. Todavía se me ponen los pelos de punta solo de recordarlo.

El próximo fin de semana tenemos programada Lena, su novio y yo una excursión a una montañas, aquí, en Guangdong (si deja de llover de una puñetera vez). Y al siguiente nos vamos a....¡¡Guilin!! Tengo unas ganas tremendas de ir y hacer la travesía por el río Li, tiene que ser precioso. Ya os lo contaré.

Sin más, me despido. Ciao!!!



Imágenes: Starportfoods

martes, 27 de mayo de 2008

De bragas y sujetadores

Por primera vez he utilizado el servicio de lavandería del hotel y no he salido muy bien parada. Tomé la aséptica bolsa destinada a ello, metí dentro todo lo que necesitaba (entre ellas unas cuantas piezas de ropa interior) y a la noche llamó al timbre una amable señorita devolviéndome toda mi ropa limpia y planchada en perchas. Hasta aquí todo bien. A la mañana siguiente fui a coger una de mis tangas que se encontraba dentro de una bolsa colgando de una de las perchas antes mencionadas y esa fue la última vez que las vi. Sin despedirse ni nada desaparecieron de mi habitación como por arte de magia.

Cuando pregunté en recepción me dijeron que no sabían nada y que buscase bien en mi habitación, aunque ya había revuelto Roma con Santiago. Tras varias conversaciones y ver que no iba a sacar nada en claro, decidí ahorrar saliva y salir a comprar ropa interior nueva. Muy buena experiencia en China, lo recomiendo.

Una vez en el centro comercial me dí cuenta de que iba a ser una tarea mucho más difícil de lo que creía. En principio porque las chinas no usan tangas y me niego a colocarme uno de esos bragones de cuello vuelto que suelen usar. Las pocas tiendas que tenían T-back eran de un diseño que escandalizarían a Rocco Siffredi, lo cual me da que pensar que en China las tangas solo las usan los putones verbeneros, con perdón. Total que me compré dos tangas en rojo y tres en negro (ya sabéis, los colores de los putones, con perdón otra vez...), ni por el forro la de leopardo que me ofreció la dependienta, una naranja fosforescente con mariposas en el culete y por último otra amarilla, la más sencilla de todas de la marca Calvon Klair (no es coña, es lo que pone en la etiqueta). De entre las rojas y negras, a parte de estar adornadas con puntillas hasta vomitar, debo destacar una roja de lunares con un lazo de raso en la parte delantera que me llega hasta la rodilla. Seguro que cuando me fui de la tienda con todo aquel arsenal la dependienta pesaría: "menuda pitiki esta hecha la laowei* esta...". Colgaría fotos de ellas, pero me he olvidado el cable USB de la cámara...

El siguiente problema fue encontrar un sujetador de mi talla, ya que la mayoría no pasan de la 80 y yo necesito la 95. Los que eran más bonitos no había talla y tenían un relleno de cemento armado de 4 cm. de grosor, que es lo que me faltaba. Y los de talla grande tenían un diseño que a mi abuela le hubiesen encantado. Finalmente solo encontré uno normalito de color morado, mi color preferido (es sarcasmo puro y duro, lo odio).

A la tarde me dirigí a una de las fábricas y me mostraron un pantalón blanco para aprobar el grosor del tejido. Lo toque...lo volví a tocar...pero no estaba segura. Hasta que se me ocurrió sacar una de las tangas rojas que me acababa de comprar y la metí dentro del pantalón. No se transparentaba. Aprobado. La chica que me mostraba las prendas casi se mea de la risa.

Hago un llamamiento a mi marido y mis amigas para que cuando vuelva a casa con mi nueva línea de ropa interior se abstengan de hacer risas, ya que no pienso tirarlas a la basura. Las usaré hasta que se les caigan los lazos, que para algo las he comprado.

*Laowei es como nos llaman a los extranjeros en general.

lunes, 26 de mayo de 2008

Los pesetos me matan

Hoy me ha tocado el taxista kamikaze. Volantazo p'aqui y volantazo p'alla, me ha llevado hasta el apartahotel a toda mecha no sin antes zigzaguear como un loco metiéndose en huecos imposibles, pitar hasta a María santísima y casi atropellar a un señor. Toda una experiencia. Me ha hecho recordar que en una ocasión, mi jefe su hija y yo tomamos un taxi para ir a un mercado. Le enseñamos la notita con el nombre del mercado en chino que nos habían facilitado y emprendió su marcha a lo Carlos Sainz con cara de muy pocos amigos. Después de tomar unas cuantas curvas a dos ruedas paró bruscamente en un lugar que no conocíamos de nada casi subiéndose a la acera. Abrió la puerta para apearse y nosotros como locos le decíamos que no, que siguiese (todo esto haciendo gestitos con las manos, claro). El hombre, en vez de hacernos el gesto internacional para que esperásemos, nos soltaba parrafadas en chino que sirvieron de muy poco para unos ignorantes en la materia como nosotros. Como veía que no nos íbamos a entender, se largó sin más dilaciones hasta un edificio pequeño y mugriento que había en frente y que hasta ahora no habíamos visto: eran unos urinarios públicos. Se estaba cagando. Cuando ya pararon nuestras carcajadas apareció el taxista con cara sonriente de satisfacción y tomó de nuevo la carretera mucho más tranquilo y sosegado. Y me pregunto yo...¿se estaría cagando también el taxista de hoy?

Por cierto, mientras íbamos en el taxi a la velocidad del sonido, hemos pasado por delante de un hospital cercano a mi apartathotel. En un cartel inmenso rezaba:


The first people's hospital of Foshan

Muy bueno lo de hospital de gente, aunque a juzgar por la pinta que tenía y lo negro de los azulejos de la entrada, solo me queda decir una cosa. Si me pasa algo...¡Qué Dios me coja confesada!

sábado, 24 de mayo de 2008

La diferencia de ser chino

Existe un motón de costumbres tan diferentes a las nuestras que no me voy a parar a recitarlas todas ahora. Cuando vine por primera vez hace cuatro años pensaba que se me haría todo muy extraño y efectivamente, una vez aquí, desde la comida hasta los edificios y gentes con sus costumbres son la antítesis a los occidentales. Pero cuando ya has estado unas cuantas veces o durante mucho tiempo te das cuenta de que es como vivir en Marte. Si a ti te gusta el negro, a ellos les gusta el blanco, que no os quepa duda. Si tú bebes agua fría, ellos la beben siempre caliente. Si a nosotros nos gusta vestir conjuntados en cuanto a colores, ellos, cuanto más dispar sea la mezcla, mejor. Y por no hablar de las diferencias educacionales en cuanto a ceder el paso a las mujeres, esperar a que todos los comensales estén servidos, evitar los eructos en público o el sencillo hecho de no sorber la sopa: en China no existen. Y no quiero decir con esto que estén mal educados, son sus costumbres y la educación que han recibido, ni más ni menos. Aunque voy a evitar aquella frase de “donde fueres haz lo que vieres”, no me gustaría volver a casa y sorber la sopa en do mayor.

Hace un par de días estuve en una fábrica en Dong guan, también en la provincia de Guang dong, y a eso de las seis de tarde, mientras trataba unos asuntos con el jefe de la misma, apareció su hijo de tres años con una pegatina de un tomate en la frente. La traductora me explicó que cuando los niños hacen algo bien en clase, la profesora les coloca esa pegatina de premio. Aquel orgulloso niño se acercó a una pared del despacho donde había otras cuatro pegatinas de tomates y despegó la de su frente para colocarla con las demás.

Ayer tuve un respiro cenando en casa de unos españoles en compañía de más gente de mi tierra. De vez en cuando se agradece oír hablar en castellano y euskera, o escuchar las más inverosímiles historias sobre las cosas que les han ocurrido viviendo desde hace tiempo aquí (algunos bastantes años) o que es lo que les trajo a este remoto lugar del mundo. ¿De cena? Tortilla de patata, chorizo, queso y lomo ibérico todo ello regado con una buena bota de vino. ¿Qué más se puede pedir?

jueves, 22 de mayo de 2008

The bellboy

Todas las mañanas veo su cara risueña en el lobby del apartahotel y mientras espero al conductor y a la traductora que me hacen la visita guiada por las fábricas, siempre se acerca a mí para amenizarme esos pocos minutos de espera que los orientales no dejan correr excesivamente, ya que son amantes de la puntualidad. En cuanto me ve aparecer a través de las puertas del ascensor, me dedica una de sus mejores sonrisas y delicadamente toma gran parte de los innumerables bolsos y maletas que acarreo continuamente.

-Buenos días, Amaia.-balbucea en su huérfano inglés.
-Buenos días, Corey.

Cada día me obsequia con montones de preguntas acerca de mi país, mi familia, mi trabajo o yo misma. La frase "la curiosidad mató al gato" deberían cambiarla por "mató al chino". No es extraño que te pregunten sin el mayor asomo de vergüenza y tampoco de malicia. A pesar de haberte conocido hace media micra de segundo te pueden bombardear con cuantos años tienes, cuanto cobras al mes o cuanto te ha costado el portátil. Todo ello descifrando sus interminables frases y preguntando a algún compañero la palabra que no le viene a la mente.

Esta mañana le vi salir del mostrador ataviado con su chaqueta blanca de botones dorados y su bonete rojo. Bueno, no sé si se llama bonete ese gorro tipo Sacarino que llevan los botones, ya me entendéis. Después de comentar simplezas sobre la lluvia o la comida oriental, me preguntó donde vivían mis padres.

-Viven en la misma ciudad que yo. Bastante cerca. -le respondí pacientemente. En realidad me parece graciosa su hambrienta curiosidad y me gusta seguirle el juego.
-Ah...Mis padres viven en (un nombre de ciudad impronunciable), en la provincia de Guangdong. Son.... -no atinaba con la palabra y chasqueaba los dedos esperando la llegada de inspiración- Son...

Finalmente comenzó a reírse de su propia torpeza e hizo un gesto con la mano animándome a que lo olvidase. La conversación continuó por otros derroteros, adelantándome yo también a hacerle preguntas.

-A las mujeres chinas les gusta tener la piel blanca ¿no? Se tapan la cara con paraguas cada vez que sale el sol.
-Si, es cierto. La piel oscura solo la tienen los pobres.
-A nosotros nos encanta tener la piel morena y el significado es totalmente al revés. Una vez, el dueño de una fábrica me dijo que parecía una campesina con la piel tan morena. -le comenté jocosamente.
Con un semblante serio y melancólico me contestó:
-Eso es lo que quería decir antes. Mis padres son campesinos.


Imágenes: walkergroupeap

domingo, 18 de mayo de 2008

Mi primer día: Viaje a Cantón

Empezar no es que empezase especialmente bien la cosa. Una que, con los nervios en punta y el estomago hecho un guiñapo, se había hecho ya a la idea de desaparecer por un mes surcando los aires. Pero mi vuelo Bilbao-París se retrasaba una hora y perdía la conexión con el vuelo a Guangzhou, así que con las mismas me dí media vuelta a mi casita con maleta en ristre (que pesaba bastante la condenada) para volver al día siguiente. No me hacía mucha gracia volar de día, ya que es mucho más difícil amenizar el viaje con una buena sobada de unas 10 horas. Creedme, yo lo hago, se hace cortísimo. Lo aprendí de mi jefa, mi querida Mª Asun: un par de vinos blancos emparejados con otro par de dormidinas y para cuando te quieres dar cuenta estás ya aterrizando. Esto está realizado por profesionales, no lo hagáis en casa u os pareceréis a Melendi.

Aterricé a las seis de la mañana en una ciudad que amanecía surcada por una espesa niebla, fruto de la naturaleza o de la contaminación, qui lo sa. Para suavizar el efecto jet lag, me fumé el último pitillo occidental mientras esperaba a Lena, una chica china encantadora, risueña y bastante alta para la media oriental. Ella y Gao (el conductor) me llevaron a mi apartamento, Sunlight apartaments en Foshan, el cual era muy espacioso, limpio, acogedor y con una cama enorme de dos metros de ancho.

Después de revisar el apartamento y ver que necesitaba, Lena y Gao se fueron a comprarme algunas cosas mientras yo me dejaba caer en la espesura de las sábanas almidonadas. Creo haberles visto entrar entre sueños a dejar las compras. Cuando me deperté al de cuatro horas me habían dejado fruta, café, leche, azúcar y algunas otras cosas de menaje, como un wok, el cual no sé si llegaré a usar. Es una pena pero cocino como Subijana: lío una cacharrada que no os lo podéis ni imaginar y no es cuestión de hacerlo en un hotel. Aún estoy inspeccionando que es el aparato ese que hay en la cocina. No soy capaz de distinguir si es un horno o un lavaplatos. La cuestión es que tiene como dos cajones de rejilla aptos para colocar los platos pero no veo ningún cajetín para introducir el detergente. Por supuesto los mandos y botoncitos están en chino y no da lugar a suponer para que es cada uno. Seguiré investigando.

A eso de las 18:30 me aventuré a buscar un restaurante decente o medianamente parecido a los que había probado en otras ocasiones y así poner aprueba mi corto vocabulario chino. Y fué un fracaso. La comida no, estaba riquísima, el fracaso fue mi vocabulario. En Bilbao me aprovisioné de un diccionario de chino, una de esas guías para viajeros. Pensé que con decir "sopa" (tang·lèi) y "pollo" (chii) ya estaba pidiendo sopa de pollo. Perooooo...."sopa de pollo" todo junto se dice de otro modo. Bueno, por lo menos me entendieron el "chii". Después de la sopa me debieron de ver acalorada y me pusieron un aparato de aire acondionado en la oreja a -15º.

Bueno, mañana más y mejor. Me voy a dormir.