jueves, 5 de junio de 2008

Masajes en los pies

Ayer, durante la comida, Baoyuan, el jefe de una de las fábricas me preguntó si me gustaban los masajes en los pies. Yo por supuesto contesté que sí, agradecí mucho el que me dieron la semana pasada. Sufres como un cerdito porque los dedos del masajista parece que van a traspasarte la planta y los tendones, pero al final te deja como nuevo y además arreglaron mi maltrecho pie, fruto de un accidente doméstico días antes de venir a China.

El caso es que al contestar "" me metí en un lío, porque me invitó a ir con él a un salón de masajes. Y yo, por no hacer un feo, accedí. Me pidió mi número de móvil, lo cual no entendía, porque yo no sé chino, ni él sabe inglés, pero ea, allá que se lo dí. Por un momento me imaginé un conversación telefónica entre los dos. Sería algo así:

-Umm!! Ni hao!!
-Ah, ah...
-Mmmm...Baoyuan!!!
-Eeeeh....Amaia!!! -y así hasta que se nos acabasen los monosílabos. Que incomodidad.

Lena, la interprete, me dijo a que hora quedamos y a esa misma esperé a en el lobby, inquieta y a la expectativa. Puntual vino a recogerme y durante el trayecto silencioso en coche traté de relajarme y pensar en mi sesión de reflexoterápia. Para cuando me dí cuenta, el coche callejeaba por oscuros hutons* malolientes y bastante sucios. Empecé a ponerme tensa. Recordé que en alguna ocasión me habían comentado que los salones de masajes de China, como en otros muchos países, son un poco...como diría yo...putiferios. A la velocidad del rayo acudían a mi mente todo tipo de imágenes y malos pensamientos, y en 0,1 segundo llegué a las siguientes conclusiones:

A.- Que me parecía un poco ridículo sacar mi diccionario de chino y buscar como se dice "no me toques, tengo el período".

B.- Que Baoyuan me llega por el sobaco y que, en caso de acercamiento sibilino, le podía soltar una buena galleta.

Cuando ya me iba a quedar con la opción B, me dí cuenta de que ya no necesitaba tomar ninguna decisión, al momento salimos del mar de callejuelas para llegar a nuestro destino, un sitio elegante y pulcro y que me hizo sentir la mujer más mal pensada del mundo.

Una vez dentro, tocó la hora de descalzarnos. A una señal de Baoyuan, una mujer recogió sus zapatos para salir con ellos de la sala. Gracias a Dios no iba a morir de hedor, pero...no sé...si a mi me oliesen los pinreles, los masajes en los pies sería lo último a lo que invitaría a alguien, ¿no? Bueno, el caso es que en unos minutos la mujer volvió con ellos, por lo tanto deduzco que se los llevó para desparasitar o algo por el estilo. El masaje bien, como siempre. Lo único que llevo mal es que te hagan meter los pies en un barreño con agua a 200ºC, por lo demás como una reina. Me pasé todo el masaje como el mudito de los hermanos Marx, pero como es un momento de relax, todo vale.

Pues solo me queda contaros que se me esfumó mi oportunidad de ir a Guilin: hay inundaciones. Desde luego este no es el año de China...ni mi año en China.


Hutons* Callejuelas antiguas típicas chinas.

Imágenes: Teoriza

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