martes, 14 de julio de 2009

Passport number

El Domingo, 28 de junio de 2009 a las 11:35

Era exactamente lo que me faltaba. A uno siempre hay ciertas cosas, cuando viaja fuera, que le producen un poco de canguelo, pero decides no ser aguafiestas y no ponerte en lo peor. Con ser cauteloso es suficiente. Y el mal sueño probablemente de cualquier viajero es perder su pasaporte en un país comunista. Así fue.

Perdonad que no incluya ni un solo acento, estoy mal escribiendo todo esto en un mac (que no me entero mucho) y con teclado inglés. ¿Por qué? Ahora os lo cuento...

Con mi mochila y unas pocas pertenencias me subí al avión dirección Beijing, esperando cambiar de aires y llenar los pulmones de un clima menos agobiante y de un ambiente mas vacacional. Pero una vez estaba totalmente lleno el avión, éste no partía. Y cuando le pregunté a la azafata (una azafata que apenas sabéa inglés, increible pero cierto) me dijo como pudo que era por el mal tiempo. No le faltaba razón, el agua y el viento zarandeaban el avión a rachas y eso que aún o habíamos despegado. Tardamos 2 horas más en despegar y mis planes se fueron al traste, ya que el último metro era a las 22:00 y ya no llegaba. Que mas da.-pensé para mí.-pues cojo un taxi.

A mi llegada habia autobuses esperando fuera de la terminal y recordé que algunos esperaban hasta el último vuelo. Bueno, pensé que era un buen modo de ahorrar dinero, ya que solo costaba 16 RMB (1 euro y medio) y me dajaba en Dongzhimen, no muy lejos de donde estaba el hotel que ya habia reservado, Yoyo Hotel. Me daba rabia no poder avisarles de que llegaba tarde, pero en su web, por mas que mire y remire, no aparecía teléfono alguno.

En el autobus atestado de chinitos llamé a Iñigo y en medio de la conversación, me di cuenta que el bolsillo de mi mochila estaba abierto y me faltaba el pasaporte. Los escalofrios y sudores me inundaron el cuerpo al instante. Busqué y revolví toda la mochila pero allí no aparecía. No podía creerlo. Rápidamente saqué la guía de China y el móvil, y con manos temblorosas busqué el teléfono del aeropuerto, pero nadie contestaba. Hice también otro intento con la embajada española, pero idem de idem. Sinceramente no se que ocurrio. Solo se que abrí un bolsillo para buscar el tabaco, el cual estaba en uno diferente que el pasaporte. De modo que, si lo perdí o me lo robaron, creo que no lo sabré nunca. Me sentia desolada. Era tarde y estaba muy cansada así que decidí que lo mejor sería tomarmelo con calma. Descansar en el hotel y al día siguiente y a primera hora ir directa a la embajada.

Que ilusa...las estrictas leyes chinas y las cuadriculadas mentes orientales se me habían escapado de las manos. Después de dar 200 vueltas, preguntar a unos cuantos taxistas y volverme loca, encontré el puñetero hotel. La chica de la recepción me explicó que como había llegado mas tarde de la hora prevista, había dado la habitación a otros. Genial. Puse cara de compungida y se ofrecieron a acercarme a otro hotel de los alrededores. Aunque no se a que le llaman alrededores, menuda caminata nos pegamos. Ahí empezó el circo. No me aceptaban por no tener pasaporte. Ni las lágrimas, el cabreo y el pataleo sirvieron de nada, ni en ese ni en los otros hoteles que intenté aconsejada por Angel. En el último, el Kulun hotel, les insistí para que llamase a la policía si querían. Mejor para mí, así ponía la denuncia. Pero la respuesta de la policía a mi llamada de socorro es que fuera al aeropuerto a ver si estaba. Muy buena idea, a las 2 de la mañana era una hora ideal para ir al aeropuerto...Y cuando insté a los de la recepción (más que nada porque me pareció una tomadura de pelo) para que lo intentasen de nuevo, la respuesta fue igual de acertada y helful, me decían que a estas horas no estaba abierta la embajada española y no podían hacer nada por mí. Un día de estos voy a hacer una entrada especial sobre la policía chimbecil... Con mis bartulos y sorbiendome los mocos por algo que me parecía del todo injusto, hice campamento en el lobby del hotel. La mochila fue mi almohada y pegue el resto de cosas a mi ser para evitar que un ladrón desalmado me rematase animicamente para siempre. Se trataba de un hotel de 5 estrellas y no era muy probable, pero visto lo visto en cuanto a mi buena racha, preferí no jugar con fuego.

Las horas pasaban lentamente en aquel sofá de elegante terciopelo negro. Los borrachines voceando me despertaban a menudo y alrededor de las 5 de la mañana, cuando el sol entraba a raudales por las cristaleras, me fue imposible ya pegar ojo. A las 6 de la mañana abrieron el comedor y como con el estomago lleno, dicen que se ven las cosas mejor, me arrellané en un huequito del restaurante y di buena cuenta de un desayuno continental. Os parecerá una chorrada, pero la ley de Murphy me perseguía incansablemente y creí adecuado llenar bien el buche: a saber cuando volvería a poder hacerlo otra vez...

Aún un poco mareada por la falta de sueño, pedí en la recepción que me escribiesen en chino la dirección de la embajada española y con las mismas tomé un taxi para encontrarme con una puerta cerrada y nadie detras de ella. Por tercer, cuarta o quincuagesima, ya habia perdido la cuenta, escuché de boca del portero una frase que ya conocia, "I´m sorry, I can´t help you". Me deje caer pesadamente en el bordillo de la acera. Había puesto tantas esperanzas...creí que se trataría solo de una noche horrible, pero que al día siguiente un nuevo sol y un trato agradable con paisanos me devolverían mi nombre, mi cara y mis papeles. Y nada de eso iba a ocurrir.

Desesperada llame a Angel de nuevo. El pobre, como pudo, trato de tranquilizarme. Me explicó que donde debía ir es al consulado, no a la embajada, ya que esta última es tan solo la residencia del embajador. Me dijo que todavia era muy pronto (serían alrededor de las 7:00 de la mañana), habia intentado hablar con sus contactos en Beijing, pero aun no estaban en pie para responderle.

-Vete a un ¨starbucks¨, relájate, lee tu libro y espera a que te llame-. me aconsejó Angel.

Se que se sentía atado de pies y manos, ya que por las horas intempestivas en las que nos encontrabamos y la inmensa distancia de kilómetros que nos separaba, su ayuda solo podía posponerse o dirigirse exclusivamente a un simple apoyo espiritual, que no por ello me parecía menos valioso. Llegué a aquel starbucks arrastrando los pies y sintiendo que mis pocas pertenencias (mochila, portatil y cámara) pesaban 200 toneladas, pero estaba cerrado. Me encontraba en Sanlitun, la zona de marcha y bares por excelencia de Beijing. El rastro de la juerga de ayer viernes hacía mella en sus calles salpicadas de potas y vasos de cubatas y los bares y cafeterias de la zona dormían la mona hasta abrir de nuevo a la noche. Encontré un banco donde sentarme junto al starbucks (algo bastante raro en China, apenas hay bancos) y llore. Lloré amargamente como una niña cansada y exhausta que no quiere dar un paso más. Una mujer mayor barría junto a mis pies el estropicio de la noche anterior, me enfadó su cercanía y pensé que no quería a nadie a mi lado; quería estar sola. Con la cabeza gacha revolví en mi mochila para sacar un paquete de klinex. Solo podia ver a aquella mujer de cintura para abajo y pude comprobar como su mano arrugada extraía también otro klinex de su bolsillo. Alcé la mirada y lo que vi me sorprendió muchísimo. Estaba llorando también. Me dirigía unas frases ininteligibles que tenían toda la pinta de tratar de ser reconfortantes y interesandose por lo que me pasaba (cuando hacen una pregunta siempre oiras un ¨ma¨al final). Aquella mujer me miraba con una ternura maravillosa y entre hipidos intenté formar una sonrisa para agradecer el primer ¨I´m sorry¨verdadero y real que habia recibido hasta ahora. Una experiencia muy surrealista pero a la vez muy gratificante, como un sueño extraño pintado por Dali y narrado por Hitchcock. La compasión y empatía de la mujer barrendera siguió en mi memoria después de haberse ido y durante mucho más tiempo, como si me hubiera inundado de buenos presagios, suerte, amor y todo aquello que me faltó durante días en un país que parecía haberme vuelto la espalda. Mientras la miraba marcharse creí entender de pronto que el poder de aquel cariño me había hermanado y vuelto a sentir en paz con China y sus habitantes, a los cuales estaba empezando a odiar, incluso con tintes xenofobos, para que negarlo. Como si de un embrujo se tratara, estaba convencida de que a partir de ahora todo iba a ir bien. Bueno, también podéis pensarlo, quizé me este volviendo loca.

En aquel mismo instante recibí una llamada de Angel, en la que me explicaba que ya había contactado con el consul de España en Beijing y que me dirijiese de nuevo al Kulun Hotel. Allí me recogió un hombre madrileño de acento castizo y trato encantador, que me abrió las puertas de su casa sin dudarlo y haciendome la mujer mas feliz del mundo. Vivían él, su mujer y sus 4 hijos en una preciosa urbanización a las afueras de la ciudad.

-Parece Wisteria lane, ¿verdad?-me indicó divertido.-quien me iba a decir que viviría en una casa rosa...

Así que ésta es mi historia. Os escribo desde este odenador ajeno, desde una casa ajena y desde un país más ajeno aún. El trato con el consul y su mujer es maravilloso y despues de una ducha, siesta y paella las cosas se tintan de otro color. Siento no escribir con demasiado atino, sus hijos pululan por todas partes y me hacen preguntas incansablemente, como, por ejemplo, ¨si no tengo casa¨ o cosas por el estilo. Me despistan un poco de la escritura, pero son adorables y muy bien educados. Javier, el más mayor, de unos 10 años, se acercó a mi sigilosamente.

-¿Te vas a quedar mucho tiempo?-me dijo mientras se balanceaba del marco de la puerta.
-No, cariño.-contesté con una sonrisa y un suspiro girándome hacia él.-Espero que no. Yo también tengo una familia ¿sabes?

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