El viernes, 03 de julio de 2009 a las 8:41
Creo que me conozco al dedillo todas las administraciones públicas que hay en Beijing. He tenido que ir varias veces a la policía, a la oficina de visados, al consulado y a la embajada. Y por absoluta e innegable experiencia he de decir que los funcionarios del consulado son una panda de inútiles. Se preocupan exclusivamente de expedirte el pasaporte, el resto (que es mucho papeleo) allá te las apañes tu sólo. No pretendo que me lleven de la mano y que me den palmaditas en la espalda para eructar, pero en lugares como la policía o la oficina de visados donde el inglés brilla por su ausencia es totalmente necesario tener un intérprete. Me busqué la life como buenamente pude y aún no he llegado a comprender como coño me entendí yo solita con la policía, que no saben ni decir yes. Por supuesto todo ha sido a base de meter horas en todas las administraciones y ser más pesada que una vaca en brazos. No quería resignarme a esperar una semana más para que me dieran el visado y ahí…tuve que pedir sopitas. Me prestaron una intérprete de la cámara de comercio española de Beijing. Cristina, una chinita encantadora a la que debo la vida. En cuanto entramos en la Police buro office le explique de qué se trataba la cuestión.
-Cristina, por favor, ya sé que lo legal y normal es que tarden una semana en expedirte el visado, pero no puedo esperar más. Si tengo que pasar otra semana aquí, me tiro por una ventana. Diles lo que quieras. Diles que mi padre está enfermo y que ya he comprado el billete de avión.
Cristina abrió desmesuradamente los ojos hasta casi ponerlos redondos ante mis palabras. No me dijo nada, pero sé que le pareció poco ortodoxo y una ilegalidad como la copa de un pino.
-Vamos, Cristina…nadie lo va a saber. Si hay que pagar más…pues se paga.
Volvió a girar la cabeza hacia mí y abrir los ojos de par en par.
-No es un soborno, Cristina.-le saqué de dudas inmediatamente.-En Hongkong hay que pagar más por un visado urgente.
Sin mucha insistencia por mi parte accedió a hacer el trapicheo y con una reserva de avión que ya no valía (había expirado ya) para el 1 de julio nos acercamos a la ventanilla del jefe de visados.
-Este es el jefe.-me aclaró Cristina.-Un hombre muy majo.
-Pues será contigo.-Pensé para mis adentros. A esas alturas había discutido con casi la totalidad de la plantilla que allí estaba trabajando. Después de una larga conversación en suahili (para mi como si lo fuera) y ver como al jefe se le torcía la cara en una mueca que parecía ser una leve sonrisa, conseguimos arrancarle del cajón de su mesa un formulario para visados urgentes. Es decir, que lo tendría al día siguiente. El resto fue coser y cantar y puro papeleo administrativo. Con rabia vi como las mismas mujeres que me habían ladrado el día anterior, exhibían una amplia sonrisa hacia Cristina, pero me sentía tan feliz (tratando de ocultarlo, si no a ver quien se cree que mi padre está enfermo) que ya no me importaba nada e incluso se me habían pasado las ganas de prender fuego a todo el edificio.
Después fuimos a una agencia de viajes a por mi billete de avión (esta vez real) y adjudicándome el último asiento que había para el día 2 de julio, salí dando saltos y plantando un enorme beso a Cristina. Me acerqué a Sanlitun y me senté en una terraza a degustar una buena cena y una gran jarra de cerveza, había que celebrarlo y no había comido aún. No necesito explicaros el pedo inmundo que me pillé con medio litro de cerveza teniendo mi cuerpo acostumbrado a arroz y verdura hervida…
El tiempo que me quedó restante hasta mi vuelo y mucho más tranquila, lo utilicé para ver la Ciudad prohibida, el Templo de los Lamas y el Templo del cielo. La gran muralla ya la visité el domingo pasado y sin duda fue lo más impresionante de todo. Ver como esas almenas se deslizan sinuosamente a través de montes y montañas es una maravilla con todas las letras. Como fortificación no les sirvió de mucho, ya que fue traspasada por invasores en dos ocasiones, una de ellas por sus vecinos los mongoles (la otra ocasión no la recuerdo). Hice un recorrido de unos 2 km. subiendo y bajando cuestas, algunas bastante empinadas y con un sol ardiente que hacía aún más pesada la caminata. En algunos tramos encontré esos escalones pequeñitos y no muy altos que si los subes de uno en uno, parece que no avanzas nada, y si los subes de dos en dos los muslos te torturan. ¿Qué es lo que nadie cuenta? Pues que los tramos más cercanos a Beijing y por lo tanto más turísticos, Mutianyu y Badalin, tienen un servicio de telesilla para encaramarte a la muralla y un tobogán gigante para que te deslices a la base de nuevo, quitándole un encanto irrecuperable. Pero en definitiva, es un lugar tan maravilloso, que por mucho que lo afeen, seguirá siendo el estandarte del turismo en China. No se puede decir lo mismo del trozo de muralla de Badalin, que, según me han dicho (yo fui a Mutianyu) lo han convertido en un auténtico circo.
Por cierto, ¡recibí mi primer empujón de los empujadores oficiales del metro! Ya sé, me diréis que eso es en Japón, pero probad el metro de China en hora punta…Aquí son un poco más de pueblo, los tíos berrean a todo el mundo. Recuerdo que mientras estábamos apretujados los unos contra los otros había una chica a mi derecha que pudorosamente se tapaba el escote. Me pareció un poco exagerada, hasta que giré mi cabeza a la izquierda y vi a un desagradable hombre incrustando sus ojos en mis tetas. Acto seguido me subí la camiseta hasta el cuello. Me he pegado unas pateadas tremendas porque a pesar de tener una buena red de metro, las estaciones están a tomar por saco unas de otras. Es una ciudad tan grande que hubiese sido imposible hacerlo de otra manera, si hubiera más estaciones eliminaría el sentido por el que se hace el metro: rapidez y eficacia. Tendría que parar demasiado a menudo y los trayectos se harían eternos. Sospechad si alguien en Beijing os dice que un lugar está cerca, vuestros 20 ó 30 minutos andando no os los quita nadie. Eso es cerca.
Hay dos cosas más que me han llamado la atención de esta ciudad. Primero el tiempo, equivocadísima creí que sería más fresquito, pero de eso nada. El clima es continental, nieve en invierno y 40ºC en verano. Lo segundo es la gente. Pensé que en su capital vería a la gente de otra manera, como ocurre en las capitales europeas: mejor vestidos o con otros aires diferentes a las pequeñas ciudades más rurales a las que estoy habituada. Pero me encontré con las mismas miradas inquisitivas de quien parece no haber visto nunca un extranjero, la misma poca formación en sus trabajos ausentes de idiomas y con un modo de vestir que no me sugería que vivían ni mejor ni peor, si no igual. Supongo que es la primera vez que me encuentro cara a cara con un síntoma real del comunismo, en el cual no hay clases sociales sea donde sea. Su formación, estatus y nivel adquisitivo es el mismo en pequeñas y grandes ciudades, exceptuando Hongkong y supongo (y digo supongo porque no he estado) Shangai, donde los yuppies y brokers pululan por doquier ondeando a su paso americanas de Dolce & Gabanna.
La Ciudad prohibida y el Templo del cielo…bueno…quizá he visto ya demasiados templos. Por supuesto no dejo de reconocer que son lugares preciosos, pero me ocurrió un poco lo mismo en Escocia. El primer castillo que vimos (cuatro paredes en ruinas) nos pareció la leche y lo fotografiamos por todos los costados, pero cuando ya llevábamos a nuestras espaldas 200 castillos, dejaron de ser tan enigmáticos y maravillosos. Lo que si me gusto, por ser diferente a lo que había visto hasta ahora, fue el Templo de los Lamas. La fisonomía del lugar es del mismo estilo a la Ciudad prohibida: pagodas situadas en preciosos jardines en línea recta a las cuales vas entrando y saliendo de unas estancias a otras hasta llegar al final. Lo sorprendente del Templo de los Lamas es que la cosa va in creccento. Las primeras pagodas exhiben pequeños Budas e imágenes de Kuan Yin perfectamente decoradas con una exquisitez y unos coloridos inigualables. Luego las estatuas se van tornando más grandes y más numerosas a cada pagoda que vas entrando. En la última, según me acerqué a la puerta, solo acerté a distinguir unas rodillas. Cuando estuve dentro, un enorme Buda dorado de dos pisos con sus manos en forma de om sujetaba largas tiras de seda de colores llamativos que pendían desde el techo hasta quedar depositadas en sus gigantescas manos. Parecía empotrado en la pagoda, su cabeza rozaba el techo. Me hizo recordar a aquella estatua de Zeus olímpico que pertenecía a las siete maravillas del mundo antiguo. Dicen que, al igual que este Buda, la estatua era tan magnífica y grande que tuvieron que construir el templo a su alrededor como si de un sastre se tratara. Volviendo al Templo de los Lamas, el olor del incienso que la gente deposita para hacer sus rezos (que devotamente lo hacía la mayoría de la gente) te llena los pulmones y el espíritu con fragancias de miles de flores. También es divertido ver como los Lamas están a sus quehaceres diarios, pareciendo no advertir la marabunta de gente que hay a su alrededor. Amablemente se dejan fotografiar y…no sé si es por el pelo rapado o por que llevo ya mucho tiempo aquí, que me parecieron los chinos más guapos que había visto nunca. ¿Veis? Esta es otra de las razones para volver a casa. Creo que ya no rijo…
Os escribo desde el aeropuerto de Beijing, donde, a pesar de mi extraño papeleo, no me han puesto ninguna pega en los numerosos controles de seguridad y voy rumbo a casa. Incluso en la aduana, el policía que me ha atendido, que usualmente tienen una cara de palo de no te menees, me ha soltado un sonriente hola mostrándome sus dotes lingüísticas. Tsai chien!!!
Para los que perdáis el pasaporte:
1. Haced la denuncia de la perdida del mismo en la policía. Si ha ocurrido en el aeropuerto, debéis acudir a la oficina de policía de allí.
2. Tenéis que conseguir un permiso de residencia temporal. Presentaos en la oficina de policía más cercana ha vuestro hotel, residencia o casa. Pedid en la recepción de el hotel que os expidan un papel donde se explique que estáis allí registrados y así poder presentarlo en la comisaría. Tened el número de teléfono a mano para que puedan corroborarlo. Si estáis en casa de un amigo, acudid a la oficina con él.
3. Con la denuncia de la perdida debéis acercaros a la oficina de visados donde os expedirán una denuncia formal en bilingüe (chino e inglés) imprescindible para recoger vuestro nuevo pasaporte en el consulado español.
4. Haceos 8 fotos: 2 para el informe de pérdida del pasaporte, 4 para el pasaporte y otras 2 para el nuevo visado.
5. El pasaporte cuesta 120 RMB y el visado 160 RMB.
Otros detalles sobre la ciudad:
1. El taxi desde el centro de Beijing hasta el aeropuerto cuesta alrededor de 60 RMB (6 euros). También hay metro y autobuses, pero ya sabéis que yo soy muy comodona…
2. El metro cuesta 2 RMB vayas a donde vayas y hagas los transbordos que hagas. Quizá en los extrarradios es más caro, no os lo puedo confirmar, pero no creo que mucho más.
3. Para ir a las afueras es mejor alquilar un taxi para el día entero, y así poder visitar a vuestra bola las tumbas Qing y la Gran muralla china. A mí me costo 400 RMB pero soy muy mala regateando, seguro que conseguís un precio mejor.
Imágenes: Moralesrojas